viernes, 30 de enero de 2009

Trabajo de subir nota. 2º Evaluación. Olga Coronado De Frías. 1ºD.


El 18 de diciembre de 1912, Charles Dawson (1864-1916), arqueólogo aficionado y Smith Woodward, eminente paleontólogo del British Museum de Londres, presentaron a la Sociedad Geológica de Londres unos huesos humanos procedentes de un terreno cuaternario muy antiguo. Éstos habían sido hallados, supuestamente entre el 1908 y 1911, por un obrero dedicado a la reparación de un camino cerca de Piltdown, un pueblo de la parroquia de Fletching, en Sussex. Se trataba de un fragmento de parietal humano, de color ferruginoso oscuro. Más tarde, el propio Dawson recogió en el mismo lugar otro fragmento mayor que el primero, perteneciente a un frontal.
La Prensa inglesa recogió en primera plana la noticia: "El Hombre de Piltdown" ha sido encontrado. Se trata del "eslabón perdido" en el proceso evolutivo de la Humanidad.
En el verano de 1912 se llevaron a cabo exploraciones del terreno en busca de más huesos. De ellas se dedujo, que los obreros, en el curso de sus trabajos, habían roto un cráneo humano cuyos fragmentos se habían dispersado. Entre Dawson y Woodward encontraron otros fragmentos del mismo cráneo y la mandíbula, además de otros restos de animales fósiles y algunos silex tallados. Woodward reconstruyó el cráneo humano, cuyo volumen midió, obteniendo 1.070 CC.
Según Elliot Smith que estudió el molde de la cavidad craneal, el cerebro que poseía aquel individuo era el de aspecto más simiesco de todos los fósiles humanos conocidos hasta entonces. Por todo ello, Woodward consideró que se trataba de una forma muy primitiva "representante de la aurora de la Humanidad" y le dio el nombre de su descubridor, Eoanthropus dawsoni. Esos huesos estaban destinados a dejar una marca indeleble en la historia de la paleo-antropología y en la misma comunidad científica británica que dominaba el estudio de la evolución humana en Europa.
Al hallazgo de aquel extraño fósil siguieron numerosas discusiones y comunicaciones de los científicos de la época. Se discutió la datación del yacimiento, la técnica de reconstrucción del cráneo y otros detalles.
El estudio geológico de las graveras de Piltdown demostró que correspondían a un horizonte wealdiano, base del Cretácico, compuesto de rocas ferruginosas, de color parduzco, mezcladas con cuarcita. La fauna animal hallada era propia del Plioceno y los sílex eran del tipo eolitos que no tenían talla alguna o sólo tenían entalladuras por una cara.
Basándose en todos aquellos hallazgos se podía decir que el yacimiento de Piltdown procedía de una época muy antigua del Pleistoceno.
Sir Arthur Keith, que era por entonces el anatómico más famoso del Colegio de Cirujanos de Londres, consideró que el cráneo estaba mal reconstruido y que su capacidad debía parecerse más a la de un hombre actual. Keith hizo su propia reconstrucción utilizando moldes de los fragmentos, obteniendo así un volumen de 1.500 CC.
En 1913 Dawson halló un canino que fue atribuido al fragmento de maxilar hallado anteriormente y que reforzó los caracteres pitecoides que se le atribuían. La mandíbula hallada era mucho más simiesca que el cráneo, asemejándola a la de un chimpancé. Además la corona del canino de Piltdown estaba desviada, ladeada hacia afuera, hacia la mejilla, como ocurre en los monos antropoides. La abrasión excesiva del diente indicaba una dieta y una función propia de un mono. En julio de 1936, Marston publicaba en el British Dental Journal un artículo en el que afirmaba que aquella mandíbula que se había creído humana, no correspondía al Hombre de Piltdown, sino que era de un animal.
El examen microscópico de la dentición de Piltdow reveló la presencia de finas marcas de raspado en los molares y caninos que sugerían la aplicación de un instrumento abrasivo. Aquella abrasión no correspondía con el movimiento de los dientes durante la masticación; esta era idéntica en los molares de ambos lados, lo que es prácticamente imposible (el primer molar siempre está más desgastado que el segundo). Las marcas halladas en la superficie de la corona eran completamente artificiales. Además había una notable diferencia entre el contenido de flúor entre el cráneo y la mandíbula. La conclusión fue que la mandíbula era moderna y el cráneo mucho más antiguo.
Al perforar la mandíbula de Piltdown se vio que el color era superficial y debido al bicromato potásico con que fue tratado artificialmente el hueso; el color original de aquel hueso había sido gris.
Así en 1953 el acertijo quedó en parte resuelto, aunque quedaban algunas dudas por resolver. ¿Quién fue el culpable, quién o quienes fueron los autores del fraude? Una de las hipótesis apunta hacia el profesor de Oxford W. J. Sollas, famoso rival de Smith Woodward. Pero muchos siguen pensando que se trató de una verdadera conspiración organizada por algunos científicos, para que fuese aceptada la idea de la evolución humana.
La verdad probablemente no se sabrá nunca. Lo cierto es que el fraude no fue una simple "broma", un suceso que mantuvo engañados a los paleontólogos durante 45 años y retrasó en más de 25 los estudios sobre la evolución.

No hay comentarios: